Manifiestan que necesitan ayuda.

Si después de haber hablado de lo que les está pasando, se retractan por miedo a las consecuencias que esto pueda tener para ellos, sus familias y hasta para el abusador.

Sienten que son responsables de lo sucedido o que son malas personas.

Presentan conductas sexuales inapropiadas para su edad.

Pierden la confianza o sienten que hay una ruptura en esta y en la comunicación con los adultos cercanos.

Les cueste lidiar con sentimientos como el miedo o la vergüenza. Aunque estos sentimientos pueden presentarse ante una situación de violencia sexual, es necesario brindarles a las niñas niños y adolescentes herramientas para que puedan reconocerlos y regularlos.

Se sienten tristes y desmotivados con sus actividades cotidianas de manera permanente.

Se encuentren nerviosos y ansiosos frente a lo que puede pasar con su caso.

Tienen cambios en el sueño y en la comida. Coman o duerman en exceso o muy poco.

Empiecen a expresar deseos de venganza hacia sus agresores o deseos de hacerse daño a sí mismos.